Como profesional de la salud, sabes que la epilepsia se presentaron con mayor frecuencia en la infancia y en los adultos mayores de 60 años de edad, pero lo que seguramente desconocías es que en México este trastorno neurológico afecta a unos 2 millones de personas.
Así lo dio a conocer la doctora Iris Martínez Juárez, adscrita a la Clínica de Epilepsia del Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía, quien recordó que cualquier persona puede sufrir epilepsia, sin importar edad, género ni condición social, pues se trata de un padecimiento de origen principalmente genético, aunque también puede deberse, por ejemplo, a neurocisticercosis, daño perinatal, evento vascular cerebral, traumatismo craneoencefálico o situaciones desconocidas.
Martínez Juárez subrayó la importancia del diagnóstico y medicación específica para cada caso, la cual debe ser ininterrumpida a fin de evitar el aumento de las crisis epilépticas, pues se trata de un padecimiento con consecuencias no sólo neurológicas y mentales, también psicológicas y sociales, porque prevalece la estigmatización y discriminación hacia quien lo padece.
Previamente, especialistas como el doctor Sergio Córdova López, médico adscrito al Servicio de Neurología del Hospital Español de México, han destacado que este trastorno “genera reacciones emotivas intensas, generalmente negativas, las cuales han ocurrido históricamente y son tan variadas que en pleno siglo XXI aún se trata de un tema tabú”, de modo que la epilepsia es escondida por la gente y está acompañada de mitos.
Al respecto, ha señalado a El Economista que “la persona que la experimenta y las que la acompañan se sienten profundamente avergonzadas y en general el panorama es de miedo”.
Quizás por ello poco se habla de temas como el llamado Sudep, acrónimo en inglés para la muerte súbita e inesperada del paciente epiléptico.
En Estados Unidos, por ejemplo, donde la presión de los activistas es fuerte, se ha iniciado con un programa concentrado para saber más sobre ella, aunque la reticencia de los neurólogos para abordarla con sus pacientes, señala el New York Times, podría deberse a una situación similar a la ocurrida con el cáncer, pues en un principio ni médicos ni familiares informaban a los pacientes sobre su condición debido a que lo consideraban algo “aterrador”, pero en la actualidad se habla sobre sus complicaciones, por lo que el silencio en torno al Sudep parece ser una “anomalía” originada en tabúes.
En este sentido, habría que destacar que el tratamiento continuo podría reducirle los riesgos a los pacientes, si bien aún hay muchos detalles que se desconocen sobre la muerte súbita e inesperada en la epilepsia.
No obstante, cabe señalar que en Estados Unidos la epilepsia se encuentra en segundo lugar, sólo por debajo del derrame cerebral, como causa de años perdidos debido a un trastorno neurológico, pues cobra la vida de unas 2 mil 600 personas al año, pero algunos neurólogos opinan que la cifra podría ser más alta, incluso de un caso por cada mil habitantes.
En Gran Bretaña, por ejemplo, una gráfica de Statista muestra que en 2011 la epilepsia se colocó en el quinto puesto entre las causas de muerte por enfermedades del sistema nervioso, por debajo de la enfermedad de Alzheimer, el mal de Parkinson, las enfermedades de la neurona motora y la esclerosis múltiple.
Para la gente que no controla sus convulsiones con medicamentos, la proporción de fatalidades es de una en 150.
Por fortuna, algo en lo que hizo hincapié Martínez Juárez, es que el tratamiento constante durante varios años puede no sólo controlar la intensidad y frecuencia de las crisis, también ayudara a aliviar la enfermedad, de modo que conviene que las personas más cercanas al paciente, como los familiares, también conozcan el trastorno para poder desmitificar el padecimiento y ayudar en caso de ataques.
Al respecto, la especialista comentó que el Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía cuenta con una Clínica de Epilepsia, pero en el país se encuentran distribuidas, a los largo de los 32 estados mexicaos, 66 centros de atención que responden al Programa Prioritario de Epilepsia del Sector Salud (PPE), el cual fue creado en 1984.
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