Las mutaciones genéticas simples pueden afectar a características tales como el color de los ojos o de pelo. Sin embargo, algunos cambios en los genes pueden alterar el funcionamiento de una proteína que desempeñe tareas de gran importancia para las células.
En esos casos, dicho cambio en el ADN es el desencadenante una enfermedad, la cual puede heredarse de una generación a la siguiente, como lo son la fibrosis quística, la enfermedad de Huntington, el síndrome de Down o la distrofia muscular de Duchenne, entre otras.
Recientemente, gracias a una investigación realizada por el Dr. James Cox del Instituto Wolfson de Investigación Biomédica en el University College London en el Reino Unido, se descubrió un gen llamado Zinc finger homebox 2 (ZFHX2) en una familia italiana, el cual provoca que su sensibilidad al dolor disminuya drásticamente.
Los miembros de esta familia pueden quemarse o experimentar fracturas óseas sin sentir dolor. Pero al contrario de lo que se piensa, ellos tienen una densidad de fibra nerviosa intraepidérmica normal, sus nervios están allí, simplemente no funcionan como deberían, asegura Cox.
El descubrimiento de este gen podría conducir a estrategias de tratamiento para el dolor crónico, el cual afecta a 27 por ciento de la población en México y un 30 por ciento a la población mundial, según cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Y aunque en la actualidad existen medicamentos que pueden ayudar a controlar el dolor, como los antiinflamatorios no esteroides (AINDE) y, en casos más graves, los opiáceos, estos tratamientos no siempre resultan exitosos.