En Reino Unidos, el próximo 23 de junio se llevará a cabo un referéndum en el que sus ciudadanos votarán para decidir si el país sale o no de la Unión Europea.
Dado que las encuestas muestran resultados ajustados entre ambas opciones, el llamado Brexit causa preocupación entre los analistas quienes ven en él un obligatorio y drástico ajuste para las distintas industrias, entre ellas la farmacéutica, ya que, por ejemplo, muchos fármacos británicos podrían quedar en un vacío legal.
Al respecto, la Federación Europea de Asociaciones de la Industria Farmacéutica (EFPIA, por sus siglas en inglés) ha señalado que, para “mejor interés” de Gran Bretaña y la Unión Europea en general, debería descartarse el Brexit.
La EFPIA ha explicado que mantener la adhesión permitiría seguir obteniendo beneficios a través de la colaboración en investigación y desarrollo de fármacos en “un entorno reglamentario armonizado”.
Entre las principales consecuencia del Brexit preocupa el impacto que sufriría la regulación de los medicamentos en los entornos financiero, laboral y de investigación.
Los analistas han señalado que el Brexit afectaría directamente a la Agencia Europea del Medicamento (EMA, por sus siglas en inglés), puesto que su sede se encuentra asentada en la ciudad de Londres, y aunque la patronal de la industria farmacéutica en Suecia se ha mostrados dispuesta a albergarla, ni la agencia ni la Comisión Europea se han manifestado al respecto.
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