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Dos tipos de paciente…

Muchos nos hemos quejado del trato que recibimos por parte del personal de salud en México; sin embargo, ¿será que parte de la culpa sea nuestra?
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Una de las quejas más comunes que existe en torno a la seguridad social en México tiene que ver con el trato que los derechohabientes reciben por parte del personal de salud cuando se ven en la necesidad de ocupar dichos servicios, quejas que, pese a no ser yo visitante asiduo de los centros médicos, he podido constatar de primera mano; aunque quizás no todo sea culpa de los profesionales de la salud, sino del paciente mismo.

Como bien he expresado en ocasiones anteriores, acudir al médico no es mi cosa favorita y procuro no hacerlo salvo casos de urgencia, como hace un par de años cuando sufrí una fractura, misma que me obligó a acudir al servicio de urgencias y que me “ayudó” a percatarme de que en México existimos dos tipos de pacientes: quienes como yo acuden al médico hasta que no hay de otra, y quienes vistan el seguro más seguido que a su propia madre.

Los súper humanos

En aquella ocasión me rompí la mano derecha jugando futbol americano, fractura que tardé en confirmar poco más de un día, pues en el momento en que ésta se presentó creí que se trataba de una dislocación o algo similar (obviamente no soy doctor), por lo que procedí a reacomodar todo en su lugar para poder continuar jugando; sin embargo, con el transcurso de las horas mi mano continuaba inflamándose y acudí al “fotodiagnóstico” con un amigo médico, quien me señaló que probablemente se trataba de una fractura, me recomendó un anti inflamatorio y me aconsejó sacarme una placa para salir de la duda, lo cual hice a la mañana siguiente.

Ya con la placa en mano pude constatar lo peor, una fractura en el cuarto metacarpiano que me obligó a acudir a la clínica 10 del seguro social, donde la enfermera en turno me preguntó rápidamente cuál era la situación por la que me encontraba ahí a lo que respondí, “fractura en la mano derecha”, a lo que la señorita contrapuso, “si su mano estuviera fracturada no podría ni siquiera moverla”.

Afortunadamente para mi causa, mi diagnóstico no era una ocurrencia mía, sino que se encontraba apoyado en la placa que llevaba bajo el brazo, misma que se negó a ver para mejor cuestionar mi decisión de acudir a la clínica hasta el día siguiente, para porteriormente (de mala gana) continuar con el proceso que culminó con el enyesado de mi mano, lo cual me tomó todo el día.

Sin embargo, la historia no culmina ahí, pues al día siguiente debí volver a la clínica, ya que cuando intenté incorporarme a mis labores cotidianas (con la mano enyesada) la encargada de RH de la empresa donde labora me señaló que no podía hacerlo hasta tener una indicación por escrito de mi médico de cabecera.

De vuelta en la clínica la médico que debía firmar mi hoja rápidamente asumió que me encontraba ahí para solicitar mi incapacidad por lo que amablemente me dijo, “mejor póngase a trabajar joven que eso es lo que le hace falta al país”, a lo que rápidamente repliqué, “efectivamente vengo por eso doctora”. Hasta ahí mi traumática experiencia con los profesionales de la salud del IMSS.

Los súper farsantes

Evidentemente al principio me sentí molesto por la actitud de estos dos personajes, quienes antes de evaluar mi condición y saber por qué me encontraba ahí prefirieron emitir diagnósticos y juicios que no tenían nada que ver con mi realidad; sin embargo, después de meditarlo un poco me puse a pensar en otros eventos que presencié a lo largo de mi travesía y comprendí que quizás sus modos son también, al menos en parte, responsabilidad de los derechohabientes.

En todo el tiempo que tuve que esperar para ser atendido (y vaya que fue mucho), tuve la oportunidad de escuchar a al menos un par de derechohabientes que se encontraban ahí para conseguir una extensión de su incapacidad a pesar de sentirse bien físicamente, así como a una señora que decidió saltarse la fila al creer que su pequeño moretón era mucho más importante que las fracturas y demás lesiones que teníamos quienes estábamos por delante de ella y que llevábamos esperando varias horas.

Un viejo dicho dice que “la mula no era arisca, los palos la hicieron” y tal vez, sólo tal vez el hartazgo que muchos profesionales de la salud muestran dentro del seguro social se deba a lo que los derechohabientes les han hecho pasar… justo del mismo modo en que nosotros prejuzgamos a los médicos y enfermeras del IMSS por algunas experiencias negativas que hemos tenido o escuchado de algún conocido… en el peor de los casos.

Sea como sea, lo cierto es que probalmente ninguno de estos dos tipos de paciente sean los mejores para ningún profesional de la salud (al menos a mí no me gustaría toparme con ninguno de ellos si fuera médico), pues ambos dificultan la labor médica, unos agravando un problema al no acudir por ayuda en el momento oportuno y otros haciéndoles perder el tiempo.

En ambos casos, creo que debemos una sincera disculpa a los médicos que nos han atendido… aunque tampoco estaría mal que ellos se disculparan con nosotros por aquellas ocasiones en que su actitud tampoco ha sido la mejor.

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