Por lo general, cuando una persona se enferma, es normal que pierda el apetito. Esto puede deberse, entre otras razones, a la acción de una proteínas llamadas citoquinas que se encuentran en el intestino y que interfieren en el hipotálamo para inhibir el hambre.
Los expertos señalan que se trata de un mecanismo de defensa del organismo con la finalidad de evitar que las bacterias que lo infectan, puedan transmitirse por medio de la heces.
Sin embargo, una investigación realizada por científicos del Instituto Salk, en La Jolla, California, dio a conocer nuevos datos al respecto.
De acuerdo con este trabajo, algunas bacterias, como la salmonella, interfieren sobre el organismo del huésped al que han infectado para hacer que consuma mayores cantidades de alimento.
Para saber la causa, los investigadores mencionaron que una vez que la bacteria ha infectado a un huésped, ésta necesita propagarse a otro cuerpo, y las heces representan una gran alternativa para lograrlo, al menos entre los animales.
Si el huésped no come, produce menos heces y, con esto se incrementan sus posibilidades de morir, por lo que la bacteria tiene menos probabilidades de transmitirse a otros cuerpos.
Los investigadores realizaron experimentos en ratones y los resultados arrojaron que para mantener al organismo infectado vivo y en el mejor lugar posible, la bacteria tiene la capacidad de producir SlrP, una molécula que frena la acción de las citoquinas. Sólo de esta manera los ratones infectados no perdieron su capacidad de apetito.
Los científicos comprobaron que aquellos ratones que no producían la molécula SlrP se alimentaban muy poco y por lo tanto morían antes, mientras que los que sí la producían, presentaron tuvieron una mejor expectativa de vida, aunque también estuvieran enfermos.
