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Servicio social, ¿peligro innecesario o valiosa experiencia?

El servicio social puede representar una valiosa experiencia para los médicos en formación... sin embargo, también existe el otro lado de la moneda.
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Año con año realizan su servicio social en México un aproximado de 13 mil pasantes de medicina, muchos de los cuales pasarán 12 meses de su vida en comunidades remotas con altos índices de violencia y/o pobreza, sin contar con medidas básicas de seguridad o de apoyo técnico. Generalmente estos pasantes viven solos y en ocasiones son blanco de agresiones que van desde el abuso sexual hasta la muerte.

Cabe destacar que el campo médico fue el primero en adoptar la realización del servicio social, en 1936. En aquel entonces el gobierno encabezado por el general Lázaro Cárdenas firmó un acuerdo con la Universidad Nacional de México (que aún no incluía la denominación de “autónoma” dentro de su nombre), en el cual la institución educativa se comprometía a enviar a sus egresados de la carrera de medicina a comunidades rurales como requisito de titulación por un período de 5 meses.

El programa formaba parte de los esfuerzos del gobierno por promover una educación de corte socialista a través de la reforma al artículo tercero constitucional, propuesta que encontró una fuerte resistencia dentro de la universidad en ese momento. Al igual que en nuestros días, el servicio social también permitió al gobierno cardenista dotar de servicio médico básico a comunidades remotas a las que pocos médicos querían acudir.

Para muchos médicos la frase “¿ya te vas a tu año de vacaciones?” resulta por demás conocida, pues para muchas generaciones de galenos el servicio social era visto como “vacaciones” en una localidad rural de entre mil y mil 500 personas, donde nadie les conocía y ellos mucho menos a los pobladores. Localidades donde todos saben que el médico se encuentra solo, ante un panorama incierto y con muchas dudas, incluso muchas veces rogando porque el tiempo se vaya en un abrir y cerrar de ojos.

Un caso particularmente estremecedor fue el de Teresa Adona, estudiante de medicina de la Universidad Autónoma de Guadalajara, quien cumplía su servicio social como pasante en un centro de medicina de Cruz Aguilar (un pueblo muy tradicional y conservador del estado de Guanajuato) y cuyas denuncias ante amenazas nunca fueron escuchadas hasta que su cuerpo apareció colgado en un árbol de la comunidad.

De acuerdo con una encuesta transversal efectuada en 2012 a 371 médicos asignados a distintos centros de salud comunitarios denominados plazas tipo A, B o C, los estudiantes asignados a las plazas tipo C (en las cuales se encuentran expuestos a atender a pacientes de manera solitaria a mitad de la noche) cuentan con una alta probabilidad de ser agredidos durante el año de su servicio social, siendo quienes mayor número de agresiones sufrieron.

Por todo lo anterior resulta indispensable que las autoridades (de los diferentes ámbitos) comprendan la gran responsabilidad que les corresponde para prevenir la violencia en el trabajo de los médicos durante la realización de su servicio social, pues se trata de una realidad que gran parte de los egresados de medicina en el país continúa enfrentando durante su pasantía.

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